Volver, con la mente allá y el cuerpo acá
El avión estaba aterrizando y sentí que había llegado a casa. ¿Sabés a qué me refiero? Esa sensación de relajación, de bienestar… de sentirte como en casa.
Sin embargo, mi verdadera casa estaba a más de 12000 kms de ahí. ¿Por qué sentía que Londres se había convertido en mi hogar si vivía en Buenos Aires? Puede que el dicho “Tu hogar está donde está tu corazón” sea la respuesta. Amaba y amo tanto Londres que mi cuerpo y mente la habían adoptado como propia. Haber vivido un mes en esa ciudad tan llena de vida fue suficiente para sentirme como en casa al volver de mis mini vacaciones por París y Roma. El sueño estaba llegando casi a su fin.
Había ahorrado dos años (y seguí pagando por un año más) para obtener un cupo en un curso de inglés que duraba un mes. Antes del comienzo de clases, fui con una amiga a Liverpool por una semana ya que ambas queríamos visitar la tierra que vió nacer a los Beatles. A pesar de que habíamos planeado estar sólo 5 días y luego ir a Dublin el fin de semana. También había propuesto ir a Hamburgo pero no hubo quorum. Perdimos el vuelo y por este motivo extendimos nuestra estadía en Liverpool.

Después de esa semana beatlera, empecé mi curso de inglés en pleno centro de Londres. Me hospedó una familia que estaba compuesta por Charmaine, mi anfitriona jamaiquina, su marido francés y el hijo de ambos, el único inglés de la casa. También compartí habitación con una chica de Corea del Sur. Eramos 5 personas, cada una de un país distinto, conviviendo bajo el mismo techo. Sin embargo, parecía que era toda la vida había vivido ahí se sentía como si hubiese vivido con ellos toda mi vida. En mi curso había estudiantes de España, Italia, Hungría, Croacia, Turquía, Japón, México, Venezuela y Argentina. Todo lo que viví fue una de las experiencias más enriquecedoras que tuve hasta ese momento.
Una vez finalizado el curso, me fui a París y Roma. El plan original era volver a Buenos Aires el 9 de marzo pero al día siguiente abrían al público los estudios Abbey Road. Era una oportunidad única! Por eso decidí quedarme un día más y vivir una de las mejores experiencias de mi vida! No me importó perder ni el vuelo ni el dinero con tal de ingresar a uno de los lugares más mágicos que existen en el mundo. ¿Crees que estoy exagerando? Si conocés a alguien que haya entrado a este edificio, pregúntale qué sintió al poner un pie en el Estudio 2 de Abbey Road. Hay un 99% de probabilidades de que te haya respondido con una sola palabra: Magia!

Al regresar a Londres, también volví a la casa de la familia de Charmaine, con quién al día de hoy sigo en contacto. Como forma de bienvenida, Charmaine me regaló una taza de los Beatles diciendome: “Es mi manera de decirte que estoy feliz de que hayas vuelto a casa”. No me esperaba para nada ese gesto y se me llenaron los ojos de lágrimas. Esa taza aún la tengo y fue el primero de muchos regalos que recibí viajando. De hecho, creo que la mitad de mis pertenencias son regalos de toda la gente que fui conociendo en los últimos años como nómada.

Parecía que no sólo Charmaine estaba contenta de recibirme en su casa nuevamente. Su hijo, en ese entonces sólo tenía 5 años, cuando le dije que me iba al día siguiente, su reacción se quedó grabada en mi memoria. Mientras agitaba sus brazos y saltaba en el living de un lado para el otro, me decía: “Podés conseguir un trabajo, ahorrar dinero y quedarte para siempre y por siempre”. Ese momento y sus palabras fueron lo que me incentivaron a proponerme sólo una cosa: llegar a Buenos Aires y planificar mi vuelta a Londres!
Volver a la rutina, el momento más difícil
Más de una vez he leído y escuchado que la vuelta es difícil. No tengo dudas de eso! Después de un mes y medio en Europa, volver al lugar que en algún momento llamé mi casa, se convirtió igual de amargo pero menos placentero que un mate.
En mi escala en Madrid me di cuenta que no quería volver a Argentina y menos con la imagen que se impregnó en mi cabeza, la de un nene inglés saltando de un lugar a otro pidiendo de que me quede. Rodeada de compatriotas que no hacían más que alardear de lo que habían vivido en su viaje a Europa… luchando para que todas sus compras del Free Shop entren de una vez por todas en los compartimientos de la cabina, me preguntaba: ¿Por qué me causa tanto rechazo esta gente? ¿Por qué no me siento parte? ¿Por qué me siento sapo de otro pozo?
Así me volví a Buenos Aires, sin reconocerme entre la gente que me rodeaba. Literalmente insultando y negando que estaba de nuevo en casa. ¿Realmente era mi casa? ¿Lo seguía siendo? Definitivamente no. Sentí una incomodidad que me impulsó a enfocarme en un mi objetivo: volver a la realidad que en algún momento creí que era una utopía y terminé comprobando que era real. Comprobé que era posible confiar en desconocidos. Era posible salir de casa sin mirar para todos lados con miedo a que te roben. Era posible caminar tranquila por la calle sin importar la hora ni tener miedo a que te hagan daño. Era posible volver a casa sana y salva y no era un milagro de que no haberte cruzado con alguien que decida si vivís o no. Era posible vivir bien!
Regresé un domingo a Buenos Aires, al día siguiente tenía que trabajar. Después de soñar despierta durante un mes y medio, me esperaba volver a la rutina. Mi mente se había quedado en Londres y mi cuerpo estaba en Buenos Aires. Por primera vez, mi mente y cuerpo estaban desconectados. Llegué al trabajo y la frase que se repetía una y otra vez era:“¿Cómo te fue en Europa?”
¿Cómo explicar cómo me fue? ¿Cómo explicar que ya no soy la misma? ¿Cómo explicar que tengo ganas de estar en donde está mi mente y no mi cuerpo? La única manera de expresarlo fue llorando de la frustración que sentía. Si, cada vez que me preguntaban cómo me fue en Europa, me sentía peor. No quería estar ahí y ni lo disimulaba. Mis compañeras creían que estaba exagerando, que sólo habían sido unas vacaciones largas y que no es lo mismo vivir en Europa que vacacionar. Coincido que no es lo mismo pero no me sentía comprendida en lo más mínimo. Había vivido en Londres, había ido a estudiar inglés por un mes y si, también había vacacionado pero algo cambió. Había descubierto que existía un lugar en el mundo en donde podría ser yo sin ser juzgada, podría vivir mejor y tranquila. Así que cada paso que di desde mi vuelta era un paso más cerca de mi vuelta a Europa.
Sentí que sólo había dos aspectos que me ataban a Buenos Aires: mi perra Lucky y mi carrera universitaria. Cambié de trabajo y acepté una oferta de trabajo que me permitiese viajar. Me mudé a un monoambiente en la capital para poder estar tranquila y enfocarme en estudiar. Además, me acompañaba uno de los seres que más amaba/amo en esta vida: Lucky, una perra mestiza con apariencia de un mini-ovejero alemán. Mi amor por Lucky era tal que cuando la gente me preguntaba que extrañaba de Argentina, mi respuesta fue por mucho tiempo única: Lucky y Tango (el pitbull de mi hermano, un bombón de lo más cariñoso). Mucha gente no entendía porque mi respuesta no era: la comida o mi familia y mis amigos. El motivo es simple: no soy familiera y si quiero hablar con algún/a amigo/a simplemente les escribo o llamo. ¿Cómo hago para acariciar a Lucky? ¿Cómo hago para decirle que volveré? La tecnología no avanzó lo suficiente para encontrarle una solución a ese dilema.
Siempre preferí el amor animal que el humano. Creo que sólo algunas personas pueden comprender la intensidad del amor animal. Es una lástima! Es uno de los amores más genuinos que se puede sentir.
Si he de partir, que sea con mi título bajo el brazo
Me mudé en noviembre de 2013 a mi nuevo departamento y me enfoqué en terminar mi carrera de Licenciada en Administración en la Universidad de Buenos Aires. Me puse como plazo un año, cueste lo que cueste. Y cómo costó! En mi último cuatrimestre de la facultad me anoté a 3 materias y además hice la tesina. Los planes de estudios en la Facultad de Ciencias Económicas están diseñados para que puedas inscribirte hasta 3 materias cuatrimestrales. Aun así, en promedio, los estudiantes se inscriben en 2 debido a que la mayoría trabaja a tiempo completo. Anotarse a 3 materias y hacer el trabajo final de la carrera mientras trabajas full time es demasiado, tanto para el cuerpo como para la mente.
Estaba trabajando a tiempo completo así que en promedio mi rutina durante el último año de carrera fue: sacar a Lucky a pasear a las 6:00, 6:30 ir a la facu, cursar de 7:00-9:00, luego ir a mi trabajar hasta las 18:00 e ir a cursar de 19:00-23:00. Con esta rutina no tenía tiempo para avanzar con mi tesina. Un día decidí que la mejor manera de avanzar era tomar un energizante al llegar a casa y empezar a escribir mi tesina mientras tomaba mate durante toda la noche hasta las 6 am y retomar mi rutina. Sacar a Lucky a pasear, ir a la facu, ir al trabajo, volver a casa, sacar a pasear a Lucky nuevamente y dormir. Hice esto por una semana. Me sentía Jim Carrey cuando contesta los e-mails durante toda la noche en Bruce Almighty. El cuerpo no me respondía más! Andaba como zombie en la facu y en el trabajo pero el esfuerzo valió para poder avanzar en mi tesina, aunque me faltaba mucho para terminarla. No podía seguir con ese ritmo, así que pedí mi semana extra de vacaciones. Me dediqué 100% a mi tesina durante ese tiempo y logré avanzar a pasos agigantados. Hoy creo que no podría repetir esa experiencia y tampoco la recomiendo. Aun así, fue la manera que encontré para lograr mi objetivo: graduarme y poder dar el siguiente paso: volver a Londres!
Objetivo: volver a Londres… o irse de Argentina?
Me gradué en diciembre de 2014 y como nunca tuve mi viaje de egresados de 7mo grado ni de 5to año, me auto-regalé un viaje de graduada a la Patagonia. Volví y me quedaba por delante un año para planificar mi vuelta a Londres. A los pocas semanas lo descarté porque las posibilidades de conseguir un visado eran mínimas. Evalué la posibilidad de irme a vivir a la Patagonia con Lucky. Busqué trabajo pero ninguno requería mi perfil. Londres no se daba, la Patagonia tampoco, quedaba la otra posibilidad que me daba vueltas en la cabeza: viajar!

Con la cabeza dándole vueltas a la opción de viajar, me fui a pasar fin de año a San Antonio de Areco con una amiga y su grupo de amigos. En el camino hablamos de su viaje a Europa y sus ganas de quedarse estudiando. Le dije que me esperase a noviembre que para ese entonces de alguna manera me iría de Argentina. Esa charla quedó en nada ya que ella se iba a mediados de año y yo no quería rescindir mi contrato de alquiler antes de que terminase.
Las 3 palabras mágicas: Visa Working Holiday
En febrero de 2015 me encontré con una amiga que volvía de vacaciones por Europa. La excusa fue que me devolvería una Lonely Planet de París que le había prestado. En ese encuentro, mientras hablábamos de su viaje por Europa, me comentó de las visas Working Holiday. Aunque sabía de su existencia, creí que sólo estaban habilitadas para Nueva Zelanda y Australia, ya que conocía a gente que las habían hecho. Cuando me dijo que también se podía viajar a Europa, los ojos se me iluminaron como faroles!
En ese momento, Argentina había firmado el acuerdo de la visa Working Holiday con sólo 3 países europeos: Irlanda, Dinamarca y Francia. Es increíble que actualmente tiene acuerdo con 16 países, tanto en Europa como en Oceanía y Asia.
Londres volvió a cobrar forma. Pensé en aplicar a la visa Working Holiday de Irlanda y mientras buscaría trabajo en Londres. Creyendo que en caso de conseguir alguna entrevista, sería más fácil viajar desde Irlanda.
Dinamarca, el plan Z1
Averigüé sobre la visa Working Holiday de Irlanda y me di cuenta de que se habilitarían nuevamente en febrero de 2016, lo cual lo consideré poco conveniente. Quería irme en noviembre de 2015, una vez que terminase mi contrato de alquiler. Esperar hasta febrero se me hacía eterno. No lo es ni lo era pero en ese momento me pareció mucho tiempo. Ni siquiera consideré hacer la visa Working Holiday de Francia ya que no había tenido una buena experiencia con los franceses cuando visité París. Para la visa Working Holiday de Dinamarca se podía aplicar en cualquier momento del año, así que fue la elegida.
Como dice el dicho: “Los planes hay que escribirlos en lápiz”. Porque nunca sabes que puede pasar. La vida es un constante cambio y por lo tanto los planes también.
Como mencioné antes, mi plan original era volver a Londres. Lo cambié por mudarme a la Patagonia. Luego, se cruzó la idea de hacer la visa Working Holiday de Irlanda para reactivar mi sueño de vivir en Londres. Finalmente opté, por puro descarte, Dinamarca. De ahí en más, Dinamarca pasó a ser mi plan Z1, como si fuese sacado de una plantilla de Excel. Atrás quedaba la bella Londres y le daba lugar a un país del cual sólo recordaba que su capital era Copenhague y que quedaba cerca de Noruega. Dinamarca cumplía con lo que buscaba: era fácil aplicar a un visado, podía irme cuando quisiera y estaba en Europa (por si la idea de vivir en Londres resurgía).
Ya tenía el destino y empecé a averiguar y leer sobre Dinamarca. Durante meses estuve leyendo blogs y grupos de Facebook. Ya había viajado sola un par de veces pero nunca por mucho tiempo. Tal vez por miedo a hacer un viaje largo sola, le comenté mi idea a un par de mis amigas. Todas me respondieron con el mismo entusiasmo: “Si, es buena idea pero no puedo por… (inserte cualquier motivo)”. Pero una de ellas iría a Europa durante 3 meses y le empecé a vender Dinamarca como el país más feliz del mundo. Bueno… eso era lo que había leído las últimas semanas y así se lo promocioné para que se sume a mi viaje. Su respuesta fue simple y no muy esperanzadora: “Bueno, me voy a fijar”. Pasó una semana y me dijo que había sacado turno para la visa Working Holiday de Dinamarca. Ya no había vuelta atrás! Le había propuesto ir juntas, sin creer que me diría que sí. Sólo faltaba que yo también dé el paso! La emoción recorría cada rincón de mi cuerpo!
En agosto de 2015 saqué mi turno para aplicar a la visa. A diferencia de ahora, había que solicitar turno por e-mail a la embajada de Noruega que actuaba como intermediaria. Sí, así como lo lees! Muy diferente al procedimiento actual. Recuerdo que Laura, la chica que tenía que darme el turno se había enfermado esa semana, que no hizo más que aumentar mi ansiedad. Obtuve mi turno para el 13 de agosto. Fui a la embajada de Noruega en Buenos Aires y mientras esperaba a presentar mi documentación, me quedé fascinada con los posters y folletos de las Auroras Boreales que te invitaban a visitar Noruega. Ignoraba la existencia de las Auroras Boreales y desde ese momento me prometí ir a verlas antes de volverme a Argentina y lo hice! Pero de esa experiencia hablaré en otro momento, aunque dudo poner expresar en palabras todo lo que sentí al verlas. Fue una experiencia única!
Trabajar a cambio de alojamiento y comida
Una vez que apliqué a la visa, dí el próximo paso: buscar un voluntariado en Dinamarca a través de Workaway para poder ahorrarme el alojamiento y la comida durante mis primeras semanas. Workaway es una de las tantas plataformas que hay para trabajar pocas horas a cambio de alojamiento y comida (aunque algunas veces también ofrecen pocket money).
En ese momento, sólo había alrededor de 20 anfitriones en Dinamarca. Contacté con todos ellos y me quedaron las siguientes opciones: una señora que quería que la ayuden con sus caballos en Esbjerg, un hombre de Roskilde para que necesitaba renovar su casa, una pareja que necesitaban a alguien para su granja cerca de Odense y una escuela cerca de Faaborg.
Se le ha otorgado un permiso de residencia en Dinamarca
El 14 de octubre, a los 2 meses de haber aplicado a la visa, recibí el tan esperado e-mail! Me habían dado la visa Working Holiday de Dinamarca! Cuando ví el mail que contenía mi visa en forma de pdf estaba terminando una capacitación en mi trabajo. Estaba tan emocionada que se lo conté directamente al capacitador. Así que el primer notificado era un completo extraño! Creo que si no hubiese tenido a alguien cerca se lo hubiese contado a la pared con la misma emoción!
Me fui al baño, llamé a mi mamá y a mis amigas llorando de la felicidad! Me iba a Dinamarca por un año! No podía creerlo! La felicidad invadía cada rincón de mi ser!
Después de un rato largo, me sequé las lágrimas, me lavé la cara, hice el esfuerzo de calmarme y volví a mi escritorio. No le dije a nadie en el trabajo que en menos de un mes me iría. Simplemente me limité a pedir mi semana extra de vacaciones para semana siguiente.
Ese tiempo lo utilicé para organizar mi viaje. Compré mi pasaje a través de OIM que en su momento era la manera más barata de viajar si tenías una visa de trabajo o estudio. Actualmente te piden un contrato de trabajo para acceder a sus beneficios.
Mi monoambiente era muy minimalista: una cama, una mesita de luz que había agarrado de la calle el día que me mudé, el aire acondicionado de mi hermano, mi heladera y el esquinero de mi mamá. Aun así, empecé a separar mis cosas. Decidí que guardaría, que regalaría, que vendería, que donaría, que tiraría. Empecé a soltar!

Tomé por sorpresa a varios. No todos sabían mis planes. Por lo general, no cuento algo importante antes que se concrete. Es una cuestión de cábala y también a miedo de que no se dé. Tenía 3 semanas para organizarme y despedirme de mi gente.
Volví de mi “semana de vacaciones” al trabajo y lo primero que hice fue hablar con el director de mi área para decirle que renunciaba y mis planes en Dinamarca. Afortunadamente, tenía muy buena onda con él. Me deseó lo mejor y hablamos un montón sobre la vida en Europa ya que él había vivido en España por un tiempo e irónicamente hace un par de meses que volvió a mudar ahí. Me quedaba sólo una semana de trabajo y también para entregar el departamento que alquilaba. El 31 de octubre fue mi último día de trabajo y también en mi monoambiente. Me fui a lo de mi mamá por unos días antes de irme a Dinamarca.
Llegó el momento de volar!
El 8 de noviembre llegó el momento de decirle adiós a todo lo que conocía y entregarme a lo desconocido pero en ese instante no lo sentí así. Me invadía el dolor de dejar a Lucky en la casa de mi mamá. Algo en mí me decía que estaba cometiendo un error. Me fui al aeropuerto de Ezeiza llorando a moco tendido, tanto que llegué con la cara hinchada y roja al check-in.
Traté de recomponerme cuando la chica de Turkish Airlines me preguntó por cuánto tiempo viajaba. Un año le respondí. Me pidió mi pasaje de regreso a Argentina y le mostré mi visa Working Holiday de Dinamarca y le comenté que no podía comprar un pasaje con más de 9 meses de anticipación y me dejó pasar.
Mi vuelo tenía escala en Estambul y había un motivo por el cual había elegido Turkish Airlines para llegar a Dinamarca. En su momento, si tenías escala por más de 10 horas, podías optar por tener un city tour por Estambul y/o hospedarte en un hotel elegido por la aerolínea. Al llegar de noche, sólo tenía la opción de hotel, que fue lo que ansiaba! Después de viajar en avión por más de 16 horas, lo único que necesitaba era bañarme!
Tardaron alrededor de una hora en asignarme un hotel. En 10 minutos llegué al Hilton de Estambul. Hasta ahora, fue la única vez en mi vida que estuve en un hotel de 5 estrellas! Confieso que no esperaba empezar mi nueva vida con tanto glamour! De la emoción, creo que apenas dormí esa noche y además a las 5 am me pasaron a buscar para llevarme al aeropuerto de Estambul. Que dicho sea de paso, ha sido el aeropuerto en donde más gente he visto en toda mi vida. Parecía que salían por debajo de las baldosas!
Finalmente, el 9 de noviembre, tomé mi vuelo a Copenhague, Dinamarca y comenzó este viaje que aún no tiene fin…
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