Siempre me costó describir el estilo de vida que adopté los últimos 4 años aunque creo que la mejor definición es que soy nómada. También se me dificulta poder compartir todo lo que me pasó, porque fueron muchas cosas, especialmente en lapsos de tiempo muy cortos. Aunque estoy acostumbrada de toda la vida a experimentar cambios radicales en muy poco tiempo. Aun así me encantaría compartir lo mejor posible la metamorfosis que tuve durante todo este tiempo aunque también estoy en proceso de modificar otras cosas. Así que acá va mi mejor intento.
Las sorpresas que tuve
Apenas comencé mi viaje, siendo soltera toda mi vida, conocí el amor. Este ha sido la mayor de mis sorpresas y a quién estoy enormemente agradecida ya que fue mi mayor apoyo en gran parte de esta nueva modalidad de vida.
Una vez me dijeron que las almas viajeras tiene un ángel de la guarda. Cada vez estoy más convencida de eso. Hubo situaciones es las que estuve muy complicada y de la nada, apareció alguien para salvarme.
Toda una vida creyendo que los ingleses eran de lo más educados y me encontré con que no son tan así y tampoco tan bien vistos en Europa.
Aún me sorprende cómo una frontera puede generar enemistades. Aún más que haya mas regionalismo que patriotismo en algunos países.
Aún me sorprende que en un solo país se hable distintos idiomas. También que de los europeos que conocí, en promedio hablan 4 idiomas fluidamente.
Cada vez que conozco personas de distintas partes del mundo me doy cuenta que somos más parecidos que distintos sin importar de dónde hayamos crecido. Suena muy cliché pero es cierto.
Ver nevar creo que es una de las cosas que más me alegran el día. Han pasado años desde que vi nevar por primera vez, y aún sigo sorprendida de cómo reacciono cada vez que veo nevar o nieve. Parezco una nena a la que le dieron el mejor regalo de cumpleaños.

Acostumbrada a ir a bares en donde podía pedir pizza o algo para compartir con amigas/os, me sorprendí que en varios lugares de Europa no ofrecen un menú de comida, como mucho pochoclos (palomitas de maíz) o papas fritas de paquete. Y esto me lleva a que entendí la diferencia entre chips y fries. Creo que por eso mucha gente se emborracha con mayor rapidez.
Me sorprendí de lo diminutos que son los baños en algunos departamentos de Copenhague. Especialmente en el primer departamento que alquilé con una amiga, en dónde nos bañábamos prácticamente arriba del inodoro. Aun no sé cómo me acostumbre a vivir así por un par de meses.
Lo que aprendí
Aprendí a tener una mayor sensibilidad cultural aunque a veces me cuesta entender ciertos comportamientos.
Aprendí que no puedo vivir con mujeres de mediana edad. Lo he intentado un par de veces y no puedo, son demasiado para mí. Excepto con una señora inglesa que fue mi anfitriona en un voluntariado que hice en Francia, un amor de mujer! Tal vez me cautivó con su sexy acento. Sí, amo el acento inglés, creo que es el más sexy sobre la faz de la Tierra!
Aprendí a confiar en desconocidos.
Aprendí a ser más fiel a mi misma.
Aprendí a ser más caradura.
Aprendí que en esta vida una debe hacer lo que quiere y no lo que los demás esperan de mi, sea mi familia o amistades. Porque más allá que quienes nos rodean quieran lo mejor para una, no siempre la respuesta esta en sus propuestas, sino en dónde nos sentimos mejor. La solución la tenemos en nuestro interior y nadie mejor que una misma sabe dónde se siente feliz y qué nos hace bien.
Aprendí a salir a la calle aunque haga frío o esté nublado, todo para amigarme con este tipo de climas. Ni bien llegué a Dinamarca me recomendaron a salir al menos 10 minutos todos los días para acostumbrarme al invierno nórdico y es lo que trato de hacer cada temporada.
Aprendí sobre mi propia cultura estando fuera de mi país. Sí, a pesar de mis rasgos, a veces siento que soy lo menos representante de mi país.
Aprendí sobre el Tango estando lejos de Argentina. Me encontré con extranjeros apasionados por este tipo de danza, que me enseñaron y hablaron tanto de él que terminé viendo películas e interiorizando en el tema, aunque no tanto como para bailarlo, ya que eso sería dar un paso muy grande.
Aprendí cómo cebar mate. Nunca me consideré matera, de hecho sólo tomaba mate cuando estudiaba en la facultad o con amigas. Siempre lavado y dulce, un pecado según los defensores del mate. Durante estos años, todas las personas que me encontré tomaban el mate amargo y caliente, el mate tradicional, nada de hierbas aromatizadas ni cáscaras de naranja como he hecho en algún momento. Así que me acostumbré a tomarlo así y he comprado yerba simplemente para poder compartir unos mates con amigos. Adopté la cultura del mate estando fuera de mi país, tomar unos mates me hace sentir más cerca de Argentina. Como si fuera poco, hoy no puedo tolerar un mate dulce y lavado.
Aprendí a tomarle cariño a Francia Había visitado París en el 2012, después de tener una mala experiencia con los locales me prometí volver si sabía francés o con alguien que supiera. No hice ni una cosa ni la otra, volví sabiendo decir solo “Bonjour” y terminé aprendiendo francés a la fuerza. Tuve la fortuna de encontrarme con una familia que no hizo más que mimarme en casi toda mi estadía en Francia. Así derivé mis prejuicios sobre los franceses, aunque aun los tengo con respecto a los parisinos. Algún día lo probaré… o eso espero! Hoy hablar de Francia me traslada a Bellevaux y recuerdo lo consentida que fui.
Aprendí que las personas cambian según su contexto y sus experiencias. Cuando volví a Argentina luego de casi un año afuera, una de mis amigas me dijo que estaba cambiada. Ni siquiera me había dado cuenta de eso. A partir de ahí soy más consciente de eso y cómo voy cambiando con el paso del tiempo.
Aprendí a andar a mis tiempos y no al paso de los demás.
Aprendí a escribir en lápiz mis planes porque cambian todo el tiempo.
Aprendí a abrazar la idea de perderme en una nueva ciudad.
Aprendí que las cuadras en Europa son irregulares y que aún no es posible para mí tomar atajos.
Aprendí a salir de mi zona de confort tantas veces… que mis límites cada vez se extienden más.
Aprendí nuevos idiomas y creé mi propia ensalada lingüística. He llegado a mezclar inglés, francés e italiano para hacerme entender. Saber más de dos idiomas es un arma de doble fijo. A veces es una ventaja porque podes relacionarlos entre sí aunque otras veces no hace más que confundirte. También me han tratado de tonta cuando no hablo con fluidez una lengua.
Aprendí a apreciar la sidra y el vino rojo. Si bien no me gusta la cerveza, estando en Europa me abrí a la idea de que tal vez exista una cerveza que me guste, y de hecho la encontré y me la bebí como agua. Mi cerveza preferida es la de arándanos (muchos dirán que eso no es cerveza pero en la carta decía que sí, así que lero lero!) y la encontré en un bar de Riga, Letonia.
Aprendí a soltar cosas y más tarde personas. Confieso que lo primero es mucho más fácil que lo segundo.

Aprendí a acercarme y alejarme de las personas según la energía que emanan.
Aprendí a quererme y exigir que me respeten. Me llevó años porque he tolerado que me griten cuando empecé a viajar. Hoy no me quedo callada ante una situación de humillación.
Aprendí que cuando dejo las cosas fluir, aparecen mejores oportunidades. A veces tantas y tan buenas que no sé qué camino tomar.
Aprendí a trazar mi camino según las opciones que se me aparecen a cada paso y divertirme a armar el rompecabezas mentalmente. A veces creo que mi cabeza es un árbol de decisiones. Pensar que pasé noches resolviendo árboles de decisiones en Teoría de la Decisión para la facultad y fallé unas cuantas veces porque siempre olvidaba tener algo en cuenta. Esto aún me sigue pasando… maldita y entrometida variante no controlable.
Aprendí a viajar lento, quedarme más tiempo donde me siento más cómoda y moverme cuando no la estoy pasando bien.
Aprendí a andar en medias por la casa como parte de mi rutina. Porque en gran parte de Europa la gente se descalza cuando llega a una casa.

Aprendí que no siempre podes hacerte tiempo para encontrarte con tu gente. Antes creía firmemente que si querés ver a alguien te hacías el tiempo para hacerlo. Con el tiempo me di cuenta que algunas veces es difícil coordinar agendas que son poco compatibles.
Aprendí a respetar a las amas de casa. En Brescia tuve la oportunidad de quedarme en la casa de la hermana de una amiga que es ama de casa. Conviví con ella y su familia un par de días y desde el primer momento me di cuenta lo tedioso que es encargarse de los quehaceres de una casa y estar presente para lo que necesite tu familia. Esto cambio mi prejuicio de que las amas de casas “no hacen nada durante todo el día”.
Aprendí a ubicar en el mapa países que desconocía y los descubrí mientras viajaba. También aprendí de sus historias a través de la gente local.
Aprendí que sin buena salud no se puede disfrutar a pleno la vida. He llegado a tener tanto estrés mientras fui homeless que me enfermé durante una semana y mágicamente me curé en el momento que conseguí techo.
Aprendí a tomar las experiencias de otros como algo que puede a llegar a pasarme y no esperando a que suceda.
Aprendí a abrazar más, a decir “te quiero” o “te extraño” por miedo a ver por última vez a esa persona. Ser nómada no es fácil y esto es parte del lado B, no sabes si volverás a cruzarte con gente que fue parte de tu camino por un tiempo. No importa si estuviste con ellas sólo por un día, una semana o meses. Tampoco si fue en el medio de un viaje o en la ciudad o el pueblo que adoptaste por un tiempo. Nunca sabes cuándo será la última vez. Abracen y digan las cosas que sienten. Se lo sacan de adentro y además ayudan a otra persona a sentirse apreciada. Es un win-win.
Aprendí a rearmarme tan rápido que me siento orgullosa de mí misma. Aunque a veces creo que no soy capaz de salir ilesa de algunas situaciones.
Aprendí a aceptar que hay personas que aparecen y desaparecen de mi vida porque creo que siempre hay un motivo.
Aprendí que no es lo mismo estar sola que sentirse sola. Sentí y pasé por ambas.
Aprendí a ser más flexible… a nuevos contextos, lo físico se los debo porque creo que en cualquier momento la espalda me va a dejar en cama por un tiempo largo. En breve pediré turno para hacerme un chequeo.
Aprendí a encariñarme con las plantas y las flores. Yo, que en toda mi vida nunca simpaticé con estos seres. Esto fue porque hace unos meses compré una albahaca con el objetivo de preparar pesto. Cuánto más pasaba el tiempo y la veía crecer, no podía arrancarle las hojas porque sentía que sufría. Sí, puede ser que esté loca y con ésta les despejo las dudas: la llamé Tenazas (si alguna vez vieron los Simpsons, sabrán el motivo) y recién cuando se enfermó, la transformé en pesto. Después llegó Tenacitas y tuvo el mismo destino.

Aprendí a aceptar mi pasado y de dónde vengo sin vergüenza.
Aprendí a darlo todo hasta que no poder más.
Aprendí que es mucho mejor coleccionar experiencias que cosas. Me enriquece más y también viajó más liviana. Así que gano doblemente.
Aprendí a decir basta.

Aprendí a parar cuando ya no tengo más energía y no sobre-exigirme. Aunque confieso que no fue fácil.
Aprendí a apreciar hasta los mínimos rayos del sol, tan vital en los países nórdicos. Al principio me daba lo mismo la falta de luz hasta que volví a Argentina en un día de tormenta y, parecerá mentira, pero en ese momento me di cuenta que hasta los días nublados en Buenos Aires son más claros que en Dinamarca.

Aprendí a estar preparada para la burocracia, que a veces me hace sentir como en casa y no en el buen sentido.
Aprendí a convivir con personas de otras partes del mundo y ver la vida desde otra perspectiva.
Aprendí a no dar todo por sabido o sentado.
Aprendí a convivir con otros climas, muy distintos a los que estaba acostumbrada.

Aprendí a ser más paciente aunque todavía me cuesta. Lo mismo con la ansiedad.
Aprendí que el dinero va y viene, así que si debe irse que al menos sea por algo que lo valga.
Aprendí a dejar libre a las arañas cada vez que puedo y evitar matar insectos, porque entendí que cada ser tiene una función en esta vida.
Aprendí a explotar mis virtudes e identificar mejor mis defectos.
Aprendí a aceptar las elecciones de vida de mis amigas y ellas las mías. Creo que es una de las mejores demostraciones de amor por otra persona. Aceptar las elecciones de un ser querido y acompañar sin cuestionar.
Aprendí a aceptar regalos de desconocidos porque una vez me dijeron que hay que aceptar todo lo que se da con buenas intenciones. Así es como tengo en mi porta-documentos una estampilla de San Luca que me dio un pintor en Bologna cuando le dije que me encantaría llevarme una de sus pinturas pero tenía miedo de arruinarla en la mochila. En el mismo viaje, esta vez en Pompei, un vendedor me regaló un colgante lleno de cuernitos rojos que me recordó a mi niñez. Aún lo tengo en mi cartuchera. Así, tengo un montón de pequeños regalos.
Aprendí qué ser puntual en varios lugares de Europa significa llegar 10 minutos antes y no un punto.
Lo que descubrí
Descubrí que nadie elige dónde nacer, por eso deberíamos ser más empáticos con otras culturas.
Descubrí, después de muchos años, una profesora de Danzas Árabes que me deja “hacerme la Shakira” al bailar. Eso no significa que lo haga con éxito porque por lo general estoy pendiente de lo que hace la profe y cuando me veo al espejo veo que no me estarían saliendo los movimientos. Algún día me van a salir a la perfección. Persevera y triunfarás!
Descubrí que si quisiera, puedo viajar completamente gratis.
Descubrí que tenía habilidades y virtudes que desconocía.
Descubrí que el machismo es casi inexistente en otras partes del mundo. Sentiría que retrocedería 100 casilleros si volviese a vivir en una sociedad machista.
Descubrí la canción “Me vieron cruzar” de Calle 13 gracias a Viajeros Crónicos y no puedo sentirme más identificada con ese tema. Creo que cualquier alma viajera va a compartir este sentimiento si la escucha.
Descubrí el cargador solar portátil que se convirtió en mi compañero de viaje inseparable. Cada tanto me preguntan que llevo colgado en la mochila y me encanta explicar qué es.
Descubrí que hay más gente dispuesta a ayudar desinteresada e inesperadamente que gente que quiera hacer daño. Les aseguro que este mundo es más noble de lo que parece.
Descubrí que es más probable que la gente que viaja te habrá las puertas de su casa como si te conociese de toda la vida.
Descubrí que hay una gran diferencia entre viajar y vivir en un lugar. Cuando llegué a Londres, creí que la utopía existía. Es contradictorio por definición, lo sé, pero así lo creí por años hasta que con el tiempo entendí que no era posible. Aun así descubrí que tener un estándar de vida alto teniendo un trabajo no calificado es posible.
Descubrí que viajar cansa y mucho. Creo que es porque cuando llego a un nuevo lugar quiero conocer cada rincón y tengo hambre de mundo. A veces más grande de lo que mi cuerpo puede soportar.
Nuevos hábitos
Empecé meditación y yoga. Algo que vengo postergando hace años aunque no soy constante.
Cambié el shampoo líquido por el sólido.

Cambié el desodorante a bolilla por la piedra de alumbre.

Cambié los cepillos de plástico por uno eléctrico. Tengo uno de bambú pero lo uso para otros fines.
Cambié los jeans por las leggings, y no las cambio por nada. Creo que empecé a hacerlo porque subo y bajo de peso con cierta frecuencia. También ocupan menos lugar en la mochila. Otro punto a favor.
Cambié los tacos por las zapatillas, y qué agradecida estoy de haberlo hecho! Aunque cuando alterno por los tacos creo que camino chueca.
Adopté en mi rutina nuevos condimentos y comidas que descubrí en mis viajes.
Adopté el Ajvar, proveniente de los Balcanes, en mis desayunos.
Nuevos desafíos
Trabajé en el campo de madrugada. Aprecié cada amanecer aunque también padecí los dolores de espalda como consecuencia de este tipo de trabajo.

Dormí como sardina con más de una persona en una cama de una plaza que para colmo parecía de papel. De más está decir que no dormí prácticamente nada y mi espalda lo padeció.
Anduve en bici bajo la lluvia, con el viento en contra, bajo y sobre la nieve. Hasta he bicicleteado con temperaturas que llegaron a los -21º C y no me congelé en el intento. Como consecuencia, me caí un montón de veces, tanto que aún tengo moretones en las rodillas. Gracias Foodora!
Los cambios que hice y tuve al viajar
Adelgacé, engordé y volví a adelgazar tantas veces que ya me da lo mismo. Tal vez y sólo tal vez, me preocupe en un par de años cuando vea las consecuencias pero mientras tanto, let it be!
De toda la ropa que traje conmigo, apenas conservo unas pocas prendas y pañuelos. Aunque confieso que si pudiera, sería capaz de vestirme solo con pañuelos.

Cambié una valija de 23 kilos por una mochila de 40 litros. Aunque tuve una transición hacia una valija carry on de 10 kilos.
Cambié Buenos Aires, una ciudad de casi 3 millones de habitantes, por pueblos de apenas 200 habitantes o hasta ciudades que no llegan a los 7000 habitantes. A veces me aburrí y otras veces agradecí encontrar paz en un lugar sin tránsito.
Antes escuchar bocinazos o el ruido del tránsito era sinónimo de sentirme en casa. Hoy no puedo tolerar la contaminación auditiva.
Cambié un celular Samsung por un Iphone y no veo la hora de cambiarlo por cualquier otra marca. No quisiera volver a tener un Iphone.
Cambié la tarjeta de crédito por la de débito y qué bendición! Ya no sufro el estrés de no llegar con el dinero a pagar el resumen de la tarjeta de crédito. Ahora pago con lo que tengo y listo. Bueno… confieso que a veces pido prestado pero lo devuelvo al corto plazo y todos felices.
Cambié mi forma de pensar sobre tantas cosas porque conocí otros puntos de vistas válidos y los adopté como propios.
Me animé a aceptar nuevos sabores, de decir “ no me gusta” (sin haber probado antes) a “jamás lo probé” y darle una oportunidad.
No me gusta la comida picante aunque empecé a cocinar con pimienta pero hasta ahí me animo.
Antes sólo extrañaba a mis perros, Lucky y Tango (dos culitos hermosos!). Pero con el tiempo empecé a extrañar a mis amigas y a varias de las personas que conocí en estos últimos años. Hay gente que me la llevaría conmigo a todos lados para no extrañarlas.
Me encantaría estar con mis amigas cuando les pasan cosas lindas y festejar con ellas. También cuando pasan por un momento feo y poder abrazarlas aunque solo tengo que conformarme con mandarles un mensaje o un audio (qué cuanto más largo mejor, tengo el record de 11:25 minutos, sorry Eli!) porque además de la distancia nos separan las diferencias horarias. No es fácil estar lejos cuando me encantaría estar cerca y en muchos lados al mismo tiempo.
Los miedos que vencí
Perdí el miedo a convivir con desconocidas/os.
Perdí miedo a los hombres. Una de las cosas que me animé en Dinamarca fue convivir con un hombre desconocido para justamente perder este miedo. Desde entonces siempre les digo a mis amigas que se animen a tener esta experiencia para que vean por sus propios ojos que no todos los hombres son machistas ni buscan hacerte sentir incómoda.
Perdí el miedo a caminar sola o a bicicletear en plena madrugada. He llegado a caminar al costado de la ruta en plena noche en dónde sólo podía iluminarme algún auto al pasar cerca o al caminar cerca de una casa ( la distancia mínima entre cada una era de unos 200 mts). Imprudente? Puede ser, pero creo que no lo haría en mi país, en Dinamarca me sentía totalmente segura. Aunque confieso que mi único miedo es que me suceda algo con la probabilidad que me descubrirán con la luz del día siguiente.
Sólo a veces…
A veces creo que tengo problemas del primer mundo, hasta bromeo con eso, cuando antes tenía del tercer mundo y ahí si que no era gracioso. Parece que los problemas son una constante en la vida pero hay que aprender a resolverlos lo mejor posible y a pedir ayuda cuando es necesario.
A veces no tengo la menor idea del día que es, salvo en los períodos laborales.
A veces me siento invencible, otras creo que una leve brisa puede tirarme al suelo.
A veces quisiera estar acá y allá, partirme en mil pedazos y estar con todas las personas que quiero. Creo que esto ya lo dije pero es como me siento.
A veces quisiera irme a un lugar dónde predominen los animales y la naturaleza.
A veces quiero estar sola, otras veces necesito estar rodeada de mi gente.
A veces vivo situaciones incómodas porque no tengo la menor idea de cómo saludar a un desconocido por primera vez.
A veces me han preguntado y hasta han dado por hecho que estoy escapando de mis problemas. Lamento decirle a esas personas que nadie puede escapar de sus problemas. Vayas a donde vayas tus problemas irán con vos y está bueno que sea así porque te ayudan a ver todo desde otra perspectiva y te ayuda a solucionarlos de una manera que no hubieses imaginado.
De todas mis posesiones, tengo más regalos que cosas propias.
Abrazo la idea de moverme diariamente en bicicleta aunque extraño mis rollers y me los traería, si no fuese por el pequeño y gran detalle de que son pesados y ocupan mucho lugar… ah, y no entran en la mochila. Dejarlos colgando fuera de la mochila no sería una opción, son muy incómodos.

Si pudiera volvería una y mil veces a abrazar y dormir con Lucky. Tantas veces extraño su calor que es en los únicos momentos que me planteo si hice bien en irme de casa y dejarla con mi familia. ¿Será que el amor animal es así de grande y puro que te marca de por vida?
Lo que aún me queda por modificar
Parecerá que me creo la Madre Teresa de Calcuta pero aún me cuesta poner mis intereses por delante del de los demás pero lo estoy intentando.
Todavía estoy tratando de sacarme la costumbre de comprar en locales de ropa baratos y optar por los locales de segunda mano.
Aun no he hecho auto-stop sola (si acompañada y sólo una vez, en El Chaltén porque podía perder el bus para volver a El Calafate) aunque tengo muchas ganas de hacerlo, sólo necesito animarme.
Cada vez que veo mis defectos en otra persona, me doy cuenta cómo pueden llegar a verme los demás, siento rechazo por esa persona y principalmente por ese aspecto en mí. No busco la perfección sino ser una mejor persona.
Emociones a flor de piel
Más de una vez he querido que algunos momentos sean eternos, otros que terminen lo antes posible.
Una de las mayores alegrías que puedo tener es la aprobación de una visa Working Holiday porque durante todo el proceso, aunque por lo general me parece fácil y simple, empiezo a dudar hasta de mi nombre.
Desde que empecé este estilo de vida, saltando de país en país, todo se volvió intenso. Mis relaciones, mis sentimientos… que provoca que llore a mares, ya sea de felicidad o de dolor. Siento que se me explota el corazón de felicidad cuando sucede algo que vengo deseando hace tiempo. La alegría es tan inmensa que no hay nada que pueda sacarme la felicidad que tengo en esos momentos.
Estoy agradecida de…
Haber dejado de ser señalada como la “anti-hombres”. Porque en Argentina fui etiquetada así más de una vez. En los países en los que viví los últimos años, jamás sentí que ser feminista sea una mala palabra. Creo que sólo una sociedad madura puede ver a todas las personas como iguales sin importar su sexo.
Alejarme de personas sin buscarlo y naturalmente, y acercarme a aquellas con quienes me siento más identificada.
Tener finalmente un estándar de vida en el cual tengo mis necesidades básicas cubiertas.
Poder elegir. Porque conocí personas qué su única opción era huir.
¿Por qué aún elijo ser nómada?

Es por eso que, más allá de que haya pasado momentos difíciles y muchas veces me haya sentido derrotada y al borde de las lágrimas, todo lo que aprendí hizo que valga la pena.
Porque desde que viajo, me siento más viva que nunca y estoy más enamorada del mundo. Muchas veces me arrepiento de no haber empezado antes para coleccionar más recuerdos, que son los que me vivirán conmigo hasta el último de mis días en este mundo.
Hey, puede ser que en algún momento me cansé o cambie de parecer, ese momento aún no llegó. Sinceramente sé que una vida no me va a alcanzar para recorrer todo el mundo o los lugares que quiero conocer pero estoy haciendo el intento.
Si llegaste hasta acá, te lo agradezco y también espero que puedas animarte a darle una oportunidad, aunque sea por un rato, a esta experiencia de vida. Porque va a enriquecerte más de lo que creés.
Espero que este artículo te haya servido de inspiración y darte una idea todo lo que ganas viajando!
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Hola Cinthia! Te sigo en redes hace un tiempo y estube leyendo bastante este sitio,al leer todo lo que aprendiste estos años me diero ganas de escribirte…primero para felicitarte por el sitio web y tus publicaciones en redes y por ser valiente para seguir tu camino. Hace un tiempo quiero dar el salto a Europa y cuando me entere de estas visas senti que era la oportunidad de poder viajar. Soy estudiante a punto de recibirme de Veterinaria y estoy ahorrando(con muchisimo esfuerzo y mas con el impuesto pais jaja) pero nunca estube en el exterior y tampoco viaje en avion. Vos crees que es posible aun sin tener tanta experiencia en viajes aplicar a las visas o recomendas hacer otro tipo de viajes antes? Desde ya muchas gracias y todos lo exitosss!!
Hola Wanda!
Muchas gracias por tu mensaje! 🙂
No es necesario tener experiencias en viajes para aplicar a este tipo de visas u otra, simplemente las ganas y el deseo de materializar tus sueños! En cuanto lo experimentes sabrás si es algo que querés en tu vida o solo tomarlo como una experiencia y volver a tu país. Es algo muy personal para ser sincera. Muchas gente viajo y a los pocos meses volvió a su país. Otras, como yo, no volvieron porque encontraron una mejor vida. Siempre que tengas la libertad de elegir, elegí lo que te haga feliz!
Espero haberte ayudado!
Saludos!